Los retos de hacerse adulto

Amelia Sáez | Mientras, a través de la prensa, el mundo asistía conmocionado a la peor crisis económica de Islandia, originada por la usura, y la erupción del volcán Eyjarfjalljökull en 2010 dejaba pérdidas irrecuperables, una muchacha islandesa, Auđur Ava Ólafsdóttir, escribía una novela sobre la búsqueda de un camino en la vida, el crecimiento personal, la asunción de responsabilidades, la aceptación de ciertos límites y la esperanza.

El protagonista, el joven Arnljótur, ha decidido renunciar a la universidad, a pesar de que ha sido un alumno bien dotado, para dedicarse a la jardinería. Quiere seguir la vocación de su madre que, por primera vez, creó un jardín en un terreno no apto para plantas: por la lava, lo montañoso del país, el viento, los meses sin luz, que desaconsejaban cualquier intento. Pero crecieron las flores y, entre todas, una rosa de ocho pétalos, sin espinas, la «rosa candida» que Armljótur quiere recuperar y divulgar. Su madre ha muerto hace poco, así que él recoge algunos esquejes para plantarlos en el jardín legendario al que se dirige. El ama el cuidado personal, tocar las plantas vivas, la tierra fértil, el olor a tierra mojada.

Su madre había construido un invernadero donde le transmitió sus experiencias; un refugio donde se unían en la profunda atracción por las flores. La cercanía física, la memoria de los gestos, los nombres de las distintas variedades, tejieron entre ellos una relación especial, de la misma manera que otras afinidades unían al padre con Jósef, el hermano menor.

Al principio de la novela encontramos al padre octogenario y a los dos hijos, Arnljótur y su hermano gemelo, autista, preparando la cena de despedida.

Arnljótur ha decidido abandonar su casa para trabajar en un jardín legendario, situado en un país que no conoce y en el que tendrá que aprender hasta su intrincado dialecto. Los frailes del monasterio le esperan porque quieren salvar ese jardín que el régimen de estudio y de las oraciones, han condenado a su casi desaparición.

Para prepararla, buscan en el recetario de su madre alguna receta que les una a su recuerdo. Lo personal y cotidiano llega a convertirse en el homenaje a su madre y en el refuerzo de relación entre ellos tres. Es la última noche en el hogar familiar antes de partir hacia el jardín donde trabajará. El padre no hace ningún reproche, solo le parece que este es un trabajo de menor rango. Le da dinero y un regalo.

Arnljótur, al recoger en el invernadero los esquejes, revive el momento en que, justamente ahí, amó a Anna, con la que tuvo un niño. Fue una relación impensada y Anna ha asumido toda la responsabilidad. La vida ha fluido sin dramatismo ni sentimientos de culpa.

Su padre y su hermano le acompañan en lo que va a ser un viaje iniciático.

La relación con los monjes se convierte en un proceso de aprendizaje, tanto del país como de la vida. Las conversaciones frecuentes en las que Arnljótur se siente interesado y comprendido, llenarán su tiempo casi tanto como el cuidado del jardín. El silencio, el lento paso del tiempo, el ritmo de la naturaleza, van marcando los días, a la vez que el jardín va recuperando su antiguo esplendor.

De pronto, en una carta, Anna le pide si puede compartir el cuidado de la niña, mientras ella termina su tesina. Le dice que ella vendrá a su ciudad porque la niña, «además de ser adorable, es muy fuerte y obediente», capaz, a sus nueve meses, de hacer ese viaje tan complicado. Le advierte, además, que es parte de su responsabilidad. Así empieza Arnljótur a asimilar su nueva responsabilidad: la de ser padre de Flora Sol por un tiempo.

Es una novela abierta a los caminos, a lo desconocido, con decisión de afrontar la incertidumbre, los retos que plantea el hacerse adulto. La evolución es parte integrante de la vida, no hay un tope en la búsqueda de la felicidad: Armjótur experimenta la responsabilidad de ser padre además de hijo y hermano. La experiencia de la vida, ha dado sus frutos con vistas al futuro.

Rosa candida
Auđur Ava Ólafsdóttir
Alfaguara. 2021
280 páginas

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