Los jóvenes: ni generación de cristal, ni ofendiditos, ni la solución mágica

Los jóvenes estamos en boca de todos, para bien o para mal. Pero muchas veces quienes hablan de los jóvenes hablan más bien a una masa uniforme, una entelequia que funciona como pretexto, sin molestarse en conocer la realidad.

Muchas veces, los jóvenes parecemos ser el origen de todo mal, una explicación sencilla de la terrible situación actual del mundo. Desde la televisión se nos acusa, en discursos y en programas de máxima audiencia de haber perdido la cultura del esfuerzo (por parte de personas que nunca han tenido que hacer uso de esa palabra en toda su carrera), de blandengues sobreprotegidos con la vida resuelta. Incluso se ha acuñado un nombre acorde a nuestra supuesta fragilidad: la generación de cristal.

Mientras tanto, la gente de mi edad en España ha tenido que hacer frente a dos crisis económicas, una pandemia y a un momento de tremenda inestabilidad europea, con una perspectiva de futuro en la que prácticamente solo se vislumbran trabajos precarios por sueldos mínimos, de los que más de la mitad se tiene que dedicar a un alquiler inflado en ciudades como Madrid. Así, no es de extrañar que la edad de emancipación en nuestro país sea de las más elevadas de Europa, con todos los problemas sociales que ello acarrea.

Y aún con esta situación, cabe pedir ese compromiso por parte de los jóvenes, para con el futuro y la garantía de derechos. Pero es que resulta que aquellos que se comprometen no están preocupados por las cosas adecuadas, por las verdaderamente importantes, que no son más que unos «ofendiditos». O eso parece que dicen aquellos que solo se saben quejar de lo mal que se queja el resto.

La fuerza, las ganas o el compromiso
para concebir un mundo más justo
y luchar por él no son patrimonio
exclusivo de la juventud

Mientras tanto, en Irán, se suman ya más de tres meses de protestas contra el régimen, lideradas por los jóvenes y especialmente por ellas.

Mientras tanto, el movimiento Fridays for future lleva años congregando a miles de jóvenes estudiantes para exigir medidas políticas reales para luchar contra el cambio climático.

Mientras tanto, en España las generaciones más jóvenes están cada vez más concienciadas con causas como la igualdad, el respeto a la diversidad o la importancia de la salud mental.

Y, si bien los jóvenes somos fundamentales en la construcción del futuro, tampoco somos la solución mágica, un comodín o una excusa para evitar cualquier compromiso desde edades más avanzadas. En diciembre de 1972 Salvador Allende, presidente de Chile, pronunció un discurso ante los jóvenes estudiantes que comenzaba con la memorable frase: «Hay jóvenes viejos y viejos jóvenes y en estos me ubico yo». Allende pasaba después enunciar lo que caracterizaba a ese espíritu de juventud: la defensa y garantía del derecho a la vivienda, a la sanidad y a la educación y la necesidad de un compromiso político por ello.

La fuerza, las ganas o el compromiso para concebir un mundo más justo y luchar por él no son patrimonio exclusivo de la juventud. El futuro se construye entre tod@s.

Deja un comentario